PRIMER SEMESTRE 2021 NÚMERO 31 ISSN: 1659-2069

¿Fallaron las encuestas y los pronósticos en los resultados electorales de 2020 en Estados Unidos?

 

Jesús Guzmán Castillo*

Juan Muñoz Portillo**

Diego Vega Rojas***

https://doi.org/10.35242/RDE_2021_31_12

 

  Nota del Consejo Editorial

Recepción: 27 de noviembre de 2020.

Revisión, corrección y aprobación: 18 de diciembre de 2020.

Resumen: Algunos resultados de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020 en Estados Unidos indican diferencias significativas respecto a la información que arrojaban encuestas y pronósticos electorales, principalmente sobre el comportamiento de votantes republicanos. Como en ocasiones anteriores, estas discrepancias llevan a cuestionar el supuesto papel predictivo de las encuestas. En este artículo defendemos que el juzgamiento que se hace sobre las encuestas en este caso podría estar sobredimensionado. Además, brindamos explicaciones sobre qué factores metodológicos y teóricos pueden explicar las diferencias entre predicciones y resultados, según lo investigado en la literatura relevante sobre encuestas y política de los Estados Unidos.

Palabras clave: Encuestas electorales / Intención de voto / Difusión de encuestas / Polarización política / Polarización afectiva / Elecciones presidenciales / Estados Unidos.

Abstract: Some results of the presidential elections from November 3rd, 2020 in the United States point to significant differences with the information that the polls and electoral projections showed, mainly in regard to the behavior of Republican voters. As it had happened on several occasions before, these discrepancies lead to question the alleged predictive role of polls. In this article, we stand by the fact that the judgement on polls in this case may be over dimensioned. In addition, we provide explanation as to which methodological and theoretical factors can serve to explain the differences between forecasts and results according to research in relevant literature concerning polls and politics in The United States.

Key Words: Electoral polls / Intention of vote / Dissemination of surveys / Political polarization / Affective polarization / Presidential elections / United States.

 

 

1. Introducción

“La industria de las encuestas es el gran perdedor de la noche mientras la debacle de 2016 se repite”, ese es el título traducido de una nota periodística publicada el 4 de noviembre de 2020, un día después de las elecciones en Estados Unidos, en el diario inglés The Guardian . El columnista del New York Times, David Leonhardt, por su parte tituló su análisis del 12 de noviembre “«Un ojo morado»: por qué las encuestas políticas fallaron. De nuevo” . Ambos artículos se refieren a que, como en las elecciones de 2016 en ese país, las encuestas de opinión y análisis más sofisticados realizados con esos datos auguraban una victoria más fácil para el Partido Demócrata.

En 2016, contra la mayoría de los pronósticos, el resultado fue una derrota para la fórmula presidencial demócrata encabezada por Hilary Clinton quien, aunque ganó el voto popular a nivel nacional, perdió en estados clave para los demócratas. Debido al peculiar sistema del Colegio Electoral, ella no alcanzó los ansiados 270 electores que cualquier fórmula presidencial necesita como mínimo para ganar las elecciones. Con 232 su candidatura se quedó corta frente a los 306 electores obtenidos por Donald Trump, candidato del Partido Republicano.

Cuatro años después, varias encuestas pronosticaban una victoria contundente el 3 de noviembre de 2020, para el candidato presidencial demócrata Joe Biden y su compañera de fórmula, Kamala Harris. Si bien los pronósticos acertaron acerca de la victoria del Partido Demócrata, subestimaron una participación realmente alta en las urnas del Partido Republicano el día de las elecciones. Al momento de escribir, a finales de noviembre de 2020, los resultados no se han oficializado; sin embargo, Joe Biden ha ganado 306 votos del colegio electoral y un 51 % del voto popular. Mientras que el presidente Donald Trump, quien buscaba su reelección, pierde con 232 electores y un 47,2 % del voto popular. En términos absolutos, la diferencia en votos populares obtenidos entre las fórmulas de Biden y de Trump es de 5,8 millones de votantes The Washington Post, 2020). Sin duda, es una cifra para nada insignificante. No obstante, algunos pronosticaban mejores resultados para los demócratas.

Por ejemplo, el reconocido blog de análisis y pronósticos electorales FiveThirtyEight, fundado por el igualmente famoso, Nate Silver -un estadístico que en algunos pronósticos electorales presidenciales en Estados Unidos ha sido bastante acertado- daba una victoria de 53,4 % en el voto popular a Joe Biden, frente a 45,4 % a Donald Trump. La misma organización esperaba 348 votos en el Colegio Electoral para Biden y 190 para Trump, con una victoria más probable para el primero en el estado de Florida .

The Economist era más optimista en su análisis. El semanario británico daba 356 votos electorales y 54,4 % del voto popular a Biden y 182 votos electorales y 45,6 % del voto popular a Trump, con una victoria muy probable en Florida para Biden The Economist, 2020). Ambas empresas consideraban victorias amplias en Pensilvania y los llamados estados del “cinturón de óxido” en el noreste y medio oeste de Estados Unidos, los cuales hasta 2016 eran considerados bastiones demócratas, pero les fueron arrebatados por los republicanos . También, planteaban conquistas demócratas, pero muy cerradas, en estados como Georgia y Carolina del Norte.

En cambio, el popular blog de política Real Clear Politics (RCP) -asociado, por algunos, con tendencias más conservadoras de la política estadounidense -, como los otros dos, pronosticaba una victoria de Biden. Empero, RCP no se aventuró a pronosticar el resultado del Colegio Electoral en una serie de estados, donde había mayor incertidumbre del ganador, debido a los resultados electorales anteriores y otras variables, como el comportamiento de las encuestas, los cambios demográficos y el desempeño electoral anterior; entre esos estados, Carolina del Norte, Florida, Georgia y Texas -tradicionalmente republicanos- y los estados del cinturón de óxido .

Como la nota periodística en The Guardian, otros periodistas y analistas dentro y fuera de la academia se han apresurado a poner a las encuestas, nuevamente, en el banquillo de los acusados. Para algunos estudiosos de la política, la realidad social es demasiado compleja y las encuestas y los pronósticos como los realizados en las elecciones de 2020 son un esfuerzo trivial y al que se le da demasiada importancia. Como necesitamos satisfacer nuestra curiosidad o tener respuestas antes de las elecciones para tomar decisiones, probablemente es mejor opción recurrir a los expertos en historia, política y cultura. Al mismo tiempo, debemos desconfiar de la ciencia social que ve con optimismo la aplicación del método científico a la predicción de resultados electorales .

Para otros es una cuestión de intuición, la cual se alimenta con experiencia vivencial. Ese es el argumento de la periodista Selena Zito, del diario conservador New York Post. De acuerdo con Zito , ninguna encuesta pudo pronosticar la alta participación de votantes republicanos. Más bien, para ella, las encuestas, como los análisis de algunos expertos, erraron en inferir que algunos condados estadounidenses tradicionalmente republicanos, votarían demócrata, en lugares como Pine Township, un suburbio al norte de la ciudad de Pittsburg (condado de Allegheny, en Pennsylvania).

Para ser precisos, hubo aciertos y desaciertos en las encuestas. Como dijimos, se falló el vaticinio de una victoria contundente de la fórmula presidencial demócrata, aunque sí ganaron las elecciones. También que la imprecisión en los resultados se debió a la incapacidad de los modelos para predecir la participación electoral a favor de Donald Trump. Asimismo, se podría afirmar que la victoria en Florida para algunos es inesperada.

Ahora bien, las diferencias de los resultados de las encuestas con respecto a los resultados electorales podrían interpretarse dentro de sus márgenes de error. Todas las encuestas y los pronósticos que se hacen sobre ellas consideran la posibilidad de error. Además, como otras ciencias donde se realizan pronósticos, como la meteorología (por ejemplo, la trayectoria de una tormenta tropical) y las finanzas (por ejemplo, sobre el precio futuro de derivados financieros), no se puede asegurar certeza sobre el resultado final. Como los expertos en esas áreas, las predicciones que se realicen con datos sobre encuestas u otras fuentes de análisis científico tienen potencial para fallar en su pronóstico. No obstante, las predicciones en esas áreas parecen mejorar conforme se acerca el evento en cuestión. Con estos elementos en mente, ¿son injustas las acusaciones contra las encuestas y los expertos que las interpretan?

Para analistas en finanzas, como Nassim Nicholas Taleb (2018), el comportamiento de votantes y políticos es tan volátil como el comportamiento de compradores y vendedores en los mercados de derivados financieros, el cual es muy difícil de predecir. En ese sentido, las encuestas y los pronósticos que obtienen datos a partir de estas se equivocan en no tratar de modelar ese comportamiento volátil con herramientas utilizadas desde hace algún tiempo en áreas como las finanzas. En este último caso, el debate entre especialistas continúa abierto.

En este artículo defendemos que el juzgamiento que se hace sobre las encuestas en este caso podría estar sobredimensionado. Por una parte, es ampliamente conocido el alcance de las encuestas como herramientas de análisis. También lo es sobre los pronósticos electorales. A pesar de esto, las principales limitaciones estarían en las diferencias entre el voto esperado y el resultado electoral para el candidato del Partido Republicano, Donald Trump. Al respecto, existen elementos que dificultan entender teóricamente algunos de los apoyos al Partido Republicano, entre estos, se puede destacar el voto de algunos sectores de la población de origen latino. Por otra parte, a esta complejidad se agrega un fenómeno que ha venido creciendo en importancia, pero poco estudiado hasta hace algunos años: la polarización afectiva.

En la sección 2 de este artículo analizamos los alcances y limitaciones de las encuestas, con el estudio del caso particular de las elecciones de 2020. En la sección siguiente, examinamos algunos factores que, desde un punto de vista teórico, podrían aclarar a qué se debe la imprecisión de las encuestas y los pronósticos electorales. En el cuarto apartado explicamos el fenómeno de la polarización afectiva y su relevancia en la política estadounidense.

 

2. Las encuestas electorales en Estados Unidos: ¿errores de medición o de interpretación?

Las encuestas son un método de investigación científica para el abordaje de fenómenos complejos que se desarrollan de manera permanente y son, además, cambiantes y fluidos. En términos simples, una encuesta define una población de personas y obtiene información basada en preguntas. Sin embargo, como señalan Leeuw, Hox y Dillman, al realizar una encuesta se deben considerar una serie de cuestionamientos iniciales “¿Cuántas personas deben ser encuestadas para poder describir de manera justa con precisión todo el grupo? ¿Cómo se debe seleccionar a las personas?” (2008, p. 1) Estos elementos por considerar son los que definen la calidad de una encuesta en términos de la información que puedan suministrar.

Sin embargo, en los últimos años se han puesto en entredicho las encuestas en los procesos electorales por las diferencias mostradas entre la intención de voto y el resultado electoral, y se ha señalado que se han equivocado en predecir el resultado. Pero más allá de las posibles explicaciones que se puedan dar sobre las impresiones en las encuestas, se debe dejar en claro que las encuestas, como método de investigación social, no están hechas para predecir. Su función esencial es brindar información en tiempo real sobre los fenómenos sociales complejos, y poder establecer explicaciones a estos, además de permitir tomar decisiones informadas.

El uso de las encuestas preelectorales se ha extendido en la mayoría de las democracias, y son consideradas un elemento indispensable en los procesos electorales. Más que el simple tracking o seguimiento de la intención de voto, que tiene fuerte impacto mediático, las encuestas electorales pueden modificar el comportamiento de las personas en su decisión, cambiar las estrategias de los partidos e incluso afectar el financiamiento de las campañas políticas. Además, pueden generar cambios en los mercados financieros, las calificadoras de riesgo y la confianza de los consumidores, lo que produce afectaciones en la economía de los países. En los contextos electorales, Kuru, Pasek y Traugott señalan que en la literatura no existe un consenso sobre los efectos reales que pueden tener las encuestas en el resultado final de una elección. Junto a los ataques respecto a esos posibles efectos, un tema que se debate es la posibilidad real de medir el fenómeno de la intención de voto. Para el crítico Greenberg:

La idea de las encuestas políticas se rompió al principio. Era una forma falsamente científica de poner números en un concepto que no se puede medir en primer lugar y que cambia de forma cada vez que lo intentas. Es la misma elusividad de la opinión política, su resistencia a ser inmovilizada, lo que hace necesaria la democracia. Cuando medimos masa o distancia, sabemos que podemos hacerlo con precisión. Pero nuestros valores, actitudes y opiniones no son concretos sino fluidos. Cambian con el tiempo, en los días y semanas antes de una elección, así como en los años entre ellos. Por eso, precisamente, la democracia requiere que cada pocos años votemos de nuevo. .

Se evidencia en la cita anterior que la dificultad principal de las encuestas es poder “predecir” un resultado electoral, dado el carácter cambiante de lo que se desea medir. Más allá de lo señalado por el autor, existen otros elementos que generan que una encuesta se enfrente a la imposibilidad de la predicción, conocidos como fuentes de error.

Aparte de posibles deficiencias metodológicas en el diseño del estudio por encuesta, existen una serie de fuentes de error que pueden generar imprecisión, asociados a sesgos de medición. En este caso, están más vinculadas a los procesos propios de la aplicación de la encuesta, la interacción entre la persona informante, el cuestionario y la persona que realiza la entrevista. La incomprensión de la pregunta, la reacción frente al entrevistador, el olvido son factores que inciden en la precisión de la encuesta . Además, existe un elemento adicional que afecta de sobremanera a las encuestas electorales, como lo es la deseabilidad social.

La deseabilidad social “se refiere a la tendencia del individuo a responder de una manera más socialmente deseable en determinadas situaciones (…) y refleja lo que uno cree conducirá a la aprobación de otros o evitará su desaprobación” . Este elemento toma mayor importancia en contextos de alta polarización electoral, como lo fueron las elecciones de 2016 y 2020 en Estados Unidos, donde el candidato Donald Trump aprovechó fisuras en la sociedad estadounidense para posicionar temas que, desde la lógica democrática, no deberían ser parte de un proceso electoral.

En Estados Unidos se ha estudiado esto como el efecto Bradley. Llamado así por la diferencia mostrada en la elección de la gobernación del Estado de California en 1988 entre las encuestas, que daban como ganador al candidato demócrata afroamericano Tom Bradley, sobre el republicano George Deukmejian, y el resultado electoral, que le dio la victoria al republicano. En este caso, se determinó que las personas blancas dijeron votar por Bradley en mayor proporción de lo que realmente hicieron, en un intento de no ser catalogados como racistas .

Estas críticas a las encuestas electorales se han replicado en las pasadas elecciones en Estados Unidos, en donde las personas le daban una amplia ventaja al candidato Joe Biden, pero el resultado arrojó una diferencia ajustada entre el candidato demócrata y el presidente Trump. Ante esto, las encuestas han estado de nuevo en entredicho por la relevancia de la información dada, además por las imprecisiones mostradas.

¿Se equivocaron las encuestas en las elecciones de Estados Unidos 2020?

Pese a que existe literatura especializada para la medición de los errores de “predicción” en las encuestas electorales y Blais, 2020; Kimball, 2017; Sohlberg y Branham, 2020) tomando como medidas de error la diferencia que existe entre los valores estimados en las encuestas y los resultados de las elecciones; cuanto mayor sea esta diferencia, se considerará mayor el error y, por ende, la precisión será considerada menor. Sin embargo, al estimar la precisión de las encuestas y la posibilidad de aproximar el valor del resultado final, se deben tener en cuenta más factores, más allá de la diferencia. La cercanía con el fenómeno que se desea conocer, el tamaño de la muestra, la tasa de respuesta, entre otros (Sohlber y Brahan, 2020). Junto a esto, para medir la precisión de la encuesta en relación con el fenómeno electoral, es necesario considerar el margen de error.

Por ejemplo, en la tabla 1 se muestra el resultado de dos empresas encuestadoras en los considerados estados bisagra, definidos como aquellos en que las encuestas predecían un resultado más ajustado, y en donde era difícil anticipar el ganador. Estas encuestas mostradas son aquellas que realizó la misma empresa en los estados seleccionados, y que se llevaron a cabo en máximo el mes anterior. Para el cálculo de los errores se toma en cuentan los valores de los intervalos de confianza, no las estimaciones puntuales.

Tabla 1

Diferencias entre los valores estimados en las encuestas y el resultado electoral, 2020

 

Estado

Resultado final

Empresa

Muestra

Estimación puntual

IC Demócratas

IC

Republicanos

Diferencia

Demócrata

Republicano

 

 

Demócrata

Republicano

Límite superior

Límite inferior

Límite superior

Límite inferior

Demócrata

Republicano

Arizona

49,4%

49,1%

Trafalgar

1002

46%

49%

49%

43%

51%

47%

0,31%

0,00%

CNBC

409

50%

0,47

53%

47%

52%

48%

0,00%

0,00%

Carolina del Norte

48,7%

50,1%

Trafalgar

1082

47%

49%

50%

44%

51%

47%

0,00%

0,00%

CNBC

473

49%

0,47

52%

46%

51%

47%

0,00%

0,00%

Florida

47,9%

51,2%

Trafalgar

1003

47%

49%

50%

44%

51%

47%

0,00%

0,62%

CNBC

806

51%

0,48

54%

48%

53%

49%

-0,58%

0,00%

Georgia

49,5%

49,2%

Trafalgar

1013

46%

50%

49%

43%

52%

48%

0,43%

0,00%

CNBC

1090

49%

0,49

51%

47%

51%

47%

0,00%

0,00%

Michigan

50,6%

47,9%

Trafalgar

1033

46%

48%

49%

43%

50%

46%

1,56%

0,00%

CNBC

383

51%

0,44

55%

47%

54%

48%

0,00%

-0,55%

Minnesota

52,6%

45,4%

Trafalgar

1065

48%

45%

51%

45%

47%

43%

1,60%

0,00%

CNBC

1087

50%

0,41

52%

48%

52%

48%

0,46%

-3,08%

Nevada

50,2%

47,5%

Trafalgar

1008

49%

46%

52%

46%

48%

45%

0,00%

0,00%

Ohio

45,2%

53,4%

Trafalgar

1041

44%

49%

47%

41%

51%

47%

0,00%

2,85%

CNBC

1114

47%

0,47

49%

45%

48%

46%

0,00%

4,90%

Pennsilvania

49,8%

49,0%

Trafalgar

1062

46%

48%

49%

43%

49%

46%

0,90%

0,00%

CNBC

699

50%

0,46

53%

47%

52%

48%

0,00%

0,00%

Wisconsin

49,6%

48,9%

Trafalgar

1082

48%

47%

51%

45%

49%

45%

0,00%

0,38%

CNBC

553

53%

0,45

56%

50%

55%

51%

-0,30%

-6,22%

 

Nota: Associated Press y Real Clear Politics .

Figura 1. Gráfico de dispersión del error de las encuestas, según partido, 2020. Associated Press y Real Clear Politics .


En la comparación entre los resultados electorales y las encuestas se demuestra que los sesgos principalmente estuvieron relacionados con el partido Republicano, ya que los valores estimados mostraron ser menores que los pronosticados por la CNBC. En el caso del partido demócrata, las diferencias son menores, pero sesgadas en contra del resultado del candidato Biden. En la figura 1 se resume la dispersión general de los errores, lo cual evidencia que el sesgo en las encuestas es superior en el Partido Republicano, pero tanto a favor como en contra.

A este análisis se podría agregar lo descrito en la introducción de este trabajo. Es decir, del trabajo predictivo de empresas como FiveThirtyEight y The Economist. Ese es un análisis diferente que se basa en hacer pronósticos. Como dijimos, algunas divergencias están en que esperaban una victoria electoral más holgada de parte de Joe Biden y victorias en estados que ya se sabía eran contenciosos, como Florida. En la sección siguiente profundizamos sobre el tema de los pronósticos y los supuestos para tratar de entender la realidad electoral.

 

3. Modelos de la realidad y pronósticos electorales

¿Por qué se distanciaron las encuestas de los resultados electorales, especialmente, en relación con los pronósticos sobre el Partido Republicano y el alto optimismo sobre la victoria electoral de Biden? Más allá de los errores de medición o muestreo, otros problemas tienen que ver con los supuestos teóricos, algunos de los cuales pueden fallar para describir la realidad y a partir de allí diseñar encuestas que tomen en cuenta en sus mediciones características importantes de la población. También, inducen a sesgos en los pronósticos que hacen los actores relevantes, desde partidos políticos, asesores de campaña, personas expertas, tanques de pensamiento, inversionistas, medios de comunicación, entre otros y Tien, 2020; Lewis-Beck, 2005; Silver, 2020b; Tetlock, 2017, p. 161).

Sin duda, uno de los temas que más ha dado de qué hablar en la prensa sobre las elecciones de 2020 es el de la subestimación del comportamiento del votante hispano, especialmente, en los estados del sur de los Estados Unidos y, en particular, Florida. Se sabe que las variables socioeconómicas, como también el cambio demográfico en ese país tienen implicaciones importantes para la política de los partidos. Por ejemplo, los estados del llamado Sur Profundo en los Estados Unidos, a pesar de contar con la población de afrodescendientes más grande del país, que votan desde la década de 1960 mayormente por el Partido Demócrata, son dominados por el Partido Republicano. Las explicaciones tienen que ver principalmente con la segregación racial prevaleciente inclusive hasta inicios de la segunda mitad del siglo XX, que en la actualidad se manifiesta en valores y normas de conducta racistas et al., 2016). Se cree que las personas blancas de menores ingresos tienden a votar por el Partido Republicano, mientras que este grupo étnico, pero en el sector de mayores ingresos lo hace por el Partido Demócrata. Esto contribuye a explicar en parte por qué los estados más prósperos son de tradición electoral demócrata. Empero, estas divisiones son poco claras .

Algunos expertos presentaron argumentos persuasivos de por qué creían que el escenario de los demócratas ganando estados como Florida e inclusive Texas era posible, debido al cambio demográfico, el cual estaba inducido por votantes más jóvenes -grupo que se cree en promedio no votó por Donald Trump-, pero también por un aumento de votantes de origen latino. Por ejemplo, Teixeira y Halpin en su análisis de un año antes de las elecciones consideraban que, si bien los republicanos habían tenido buen desempeño importante en Florida en elecciones anteriores, en particular las de medio periodo en 2018, la victoria pírrica de Trump en ese estado en 2016 les hacía pensar que este estado podría volverse demócrata. El aumento de población latina en ese estado podría volcar la votación en favor del Partido Demócrata. Si bien, advierten del relativo conservadurismo de los estadounidenses de origen cubano, este no la victoria contundente de Donald Trump en el condado Miami-Dade .

A decir verdad, probablemente, la complejidad del votante latino en Estados Unidos es algo que todavía está lejos de comprenderse bien y de ajustarse mejor a los modelos de análisis sobre las elecciones en ese país. Algunos han considerado al voto hispano un voto péndulo, que en algunas elecciones vota republicano y en otras lo hace demócrata, dependiendo de los temas y del Estado donde se vote. En este sentido, muchos latinos se identificarían con valores religiosos y conservadores promovidos desde el Partido Republicano. Sin embargo, en algunos estados para algunos votantes latinos las políticas de inmigración son más sensibles que para personas latinas de otros estados et al., 2019; Stanley y Niemi, 2006). Para otra literatura la distinción fundamental en el votante latino estaría entre hispanos e hispanos de origen cubano. Este último grupo sería más conservador que el primero y tendería a votar principalmente republicano, mientras que el primero lo haría por los demócratas et al., 2008). De la Garza y Cortina argumentan que, estructuralmente, el voto latino sería de tendencia republicana.

Como se ve, no existe un consenso en la literatura sobre el votante latino. Probablemente, las encuestas, como los expertos que las hacen y los expertos que las interpretan, realizan supuestos sobre las características relevantes de los votantes y el futuro comportamiento electoral de grupos como los latinos -y otros grupos demográficos- que no se ajustan muy bien a la realidad.

Pero los pronósticos no solamente se basan en variables demográficas. En ciencia política y otras disciplinas afines, como economía, desde hace varios años se hacen pronósticos cimentados en supuestos conocidos como “los fundamentales”. Estas son variables que, de entre otras muchas más, se cree tienen mayor peso predictivo en los resultados electorales. Sobre la base del comportamiento pasado de estas variables se lanzan predicciones sobre su comportamiento futuro. ¿Cuáles son los fundamentales? Aunque hay evidencia de que factores como el desempleo, el crecimiento económico, el nivel de apoyo o aprobación presidencial medido en encuestas de opinión tienen incidencia electoral, no existe consenso sobre cuál es más importante o su peso predictivo real y Tien, 2020; Wlezien y Erikson, 2004).

Para cientistas sociales como Allan J. Lichtman, un historiador, ese tipo de análisis no es necesario. La historia da las claves sobre cuáles factores son determinantes en una elección . Empero, este es un proceso bastante inductivo sobre el cual no se entiende bien a qué se debe el acierto en estas predicciones. No nos ayuda a entender por qué un importante contingente de votantes republicanos se presentó a las urnas, a pesar de que en las encuestas ese comportamiento no aparecía reflejado. Tampoco nos ayuda a entender por qué aumentó la participación electoral en estas elecciones de 2020 respecto a anteriores elecciones. Estos factores podrían estar relacionados con la polarización afectiva en la política estadounidense.

 

4. Más allá de encuestas y pronósticos: una política estadounidense cada vez más polarizada

Como se vio en la sección anterior, los modelos sobre los que se busca hacer análisis del proceso electoral e inclusive pronósticos se basan en supuestos sobre los cuales existe bastante debate teórico. A esa complejidad se le puede agregar un fenómeno al que hasta años recientes se le había puesto poca atención: la polarización afectiva en Estados Unidos. El concepto “polarización afectiva” alude al grado en que los simpatizantes de un partido prefieren a su propio partido antes que el de sus oponentes, con base en los sentimientos que expresan sobre dichas organizaciones et al., 2020).

Este fenómeno ha calado en los temas más diversos dentro del debate público, de lo cual no han escapado, por ejemplo, las medidas para resguardarse del COVID-19. Así, según un estudio del Pew Research Center, un 63 % de demócratas y personas con ideas afines a este partido consideran que las mascarillas de protección facial se deberían usar siempre para salir de la casa, frente a solo un 29 % de republicanos y sus simpatizantes que piensan lo mismo sobre el uso de mascarillas .

Pero esta polarización llega hasta lo más profundo de los valores estadounidenses, lo cual se evidencia en los hallazgos del mismo estudio que encuentra que un 80 % de quienes apoyaron a Biden en las elecciones recientes consideran que no solo guardan diferencias en las prioridades políticas con los republicanos, sino que además poseen desacuerdos sobre los valores estadounidenses elementales. Así, un 77 % de quienes apoyaron a Trump piensan lo mismo sobre los votantes demócratas y Gramlich, 2020).

Aunque había señales sobre este fenómeno et al., 2006), las elecciones de 2016 lo pusieron en mayor evidencia. El estudio de este fenómeno es importante porque la polarización puede llegar a erosionar las instituciones democráticas y el apoyo a gobiernos democráticamente electos et al., 2020; Schlozman y Rosenfeld, 2019). Incluso, hay expertos que han sugerido la posibilidad de que EE. UU. pueda terminar en una guerra civil a partir de esta situación o, quienes nos acogemos a pronósticos más moderados, pensamos que llevará a la aparición de violencia política de bajo nivel con mayor regularidad y Staniland, 2020).

De acuerdo con Schlozman y Rosenfeld (2019), los partidos estadounidenses de hoy en día son partidos “huecos” en el tanto sus tejidos organizativos no son fuertes más allá de sus capacidades para recaudar dinero. Tampoco poseen una presencia significativa en las vidas de los votantes ni de los activistas que buscan participar en sus dinámicas. Además, los partidos dejaron de buscar amalgamar ejes programáticos cohesionados, esto habría abierto la oportunidad para que redes y grupos de interés los convirtieran en repositorios de demandas sectoriales y polarizadas que resuenan dentro de la sociedad civil.

El vacío en la estructura de estos partidos se traduce en la falta de un núcleo profundo por parte del Partido Democrático, cuya dirigencia posee, de acuerdo con los autores mencionados, una orientación crecientemente burguesa, la cual intenta movilizar fallidamente a votantes y no votantes de las clases populares. Mientras que plantea demandas de varios sectores distintos. Por su lado, en el Partido Republicano el vacío se manifiesta en una división abismal entre su élite adinerada y su base de masas, además de una incapacidad para desmarcarse de los sectores más extremistas. El primero se habría convertido en un partido de centroizquierda, que amalgama visiones de extrema izquierda y el centro. El segundo sería un representante del conservadurismo, pero no necesariamente un conservadurismo responsable, particularmente bajo el Gobierno de Donald Trump et al., 2006; Schlozman y Rosenfeld, 2019, p. 142).

Esta polarización afectiva en los partidos es un reflejo de una polarización más amplia presente en la sociedad estadounidense. Existen dos enfoques en las ciencias sociales que buscan explicar las transformaciones sociales en ese país y otras democracias capitalistas occidentales: la perspectiva de la desigualdad económica y la perspectiva de la revancha cultural.

La perspectiva de la desigualdad económica enfatiza las consecuencias del comportamiento electoral a partir de los cambios profundos que han transformado la fuerza laboral y la sociedad de las economías postindustriales. Así es que, según dicha tesis, serían la creciente inseguridad económica y la exclusión social los elementos que estarían alimentando el resentimiento popular entre las personas que han sido dejadas atrás por las dinámicas de la globalización y la era de la información y Norris, 2016). A su vez, la tesis de la revancha cultural busca explicar el resentimiento popular como una reacción contra los cambios culturales progresistas. Se construye a partir de la teoría del cambio de valores en la que se afirma que la gran seguridad existencial que apareció en Occidente durante la posguerra desencadenó la aparición de valores posmateriales entre las nuevas generaciones -por ejemplo, multiculturalismo y derechos humanos-, pero al mismo tiempo desató una respuesta reaccionaria por parte de sectores culturales otrora predominantes y privilegiados que reivindican las normas occidentales tradicionales.

Gidron, Adams y Horne (2020) encuentran que la polarización afectiva se intensifica en mayor medida en países donde las élites mantienen debates más intensos sobre los valores culturales que sobre el modelo económico de distribución de la riqueza. Esto va de la mano con evidencia de que la polarización por cuestiones culturales se ha agudizado en Estados Unidos y, si bien la potencia anglosajona no presenta los índices de polarización más altos entre las democracias occidentales, sí es el país donde este proceso ha ocurrido con mayor rapidez desde la década de 1990 (p. 4).

Por otro lado, se ha encontrado evidencia de que la polarización afectiva es más intensa en entornos con condiciones económicas desfavorables. En concreto, la polarización se intensifica en países con altos niveles de desigualdad y de desempleo. Este fenómeno tuvo un alto despliegue en un periodo de tiempo que coincide con la llegada de la Gran Recesión detonada por la crisis financiera de 2007-2008 y su subsecuente ola de desempleo et al., 2020, p. 66).

Un aspecto que va de la mano con la polarización afectiva es el de la relación entre las acciones colectivas y la política electoral  al., 2020). En este sentido, las dinámicas de conflicto de protesta y contraprotesta en casos como Occupy Wall Street o durante el contexto electoral de 2020 en Estados Unidos, como Black Lives Matter inciden en la polarización en Estados Unidos.

Pero la polarización partidaria no se ha limitado a la influencia de movimientos sociales pacíficos. Retomando el creciente rol de la violencia en la política estadounidense, se ha de considerar la interacción entre partidos políticos, milicias y otros grupos armados no estatales. Aunque se puede encontrar la presencia de agrupaciones extremistas de ambos lados del espectro político -por ejemplo, Antifa es de izquierda, los Proud Boys y Boogaloo son de derecha-. Según un análisis reciente, dos tercios de los actos y conspiraciones terroristas en 2020, en Estados Unidos, han sido ocasionados por sectores supremacistas y similares et al., 2020).

Haciendo un recuento de los aspectos identificados, se evidencia que la polarización afectiva de la sociedad estadounidense añade una serie de variables que complejizan la discusión en los análisis y pronósticos electorales. En primer lugar, existe una tendencia clara a que los sectores de la izquierda y del centro se seguirán agrupando en el Partido Demócrata, mientras la derecha se concentrará cada vez más en el Partido Republicano, alejando así las posiciones entre ambas organizaciones. Dicha polarización refleja un debate social más amplio por los valores culturales, que también podría estar siendo nutrido por condiciones desiguales de crecimiento económico. Al mismo tiempo hay movimientos sociales que buscan influir en las agendas partidarias con demandas particulares, y algunas de ellas sí responden claramente a la disputa económica tradicional de izquierda-derecha. Otros grupos plantean demandas a los partidos, pero al mismo tiempo ejercen acciones armadas para reivindicar sus objetivos.

 

5. Conclusiones

Las encuestas y pronósticos electorales no acertaron en 1) un margen más holgado de victoria electoral para Joe Biden, que algunos esperaban, 2) la alta participación electoral de votantes republicanos el día de las elecciones, 3) asociado a esto, el comportamiento de algunos grupos de votantes, en particular, los latinos, ligado a 4) la perdida de algunos estados clave, especialmente, Florida. Si se toma en cuenta que son ampliamente conocidos los alcances y limitaciones de las encuestas, a nivel general, se podría concluir que algunas de las críticas pueden estar sobredimensionadas y dirigidas injustamente solamente a las encuestas. Se trata de un problema sobre lo difícil que es entender las líneas que dividen a la sociedad estadounidense, explicarlas y hacer pronósticos que informen al público y a los tomadores de decisiones. Es un gran reto.

Como argumenta la periodista Mona Chalabi, la demografía electoral no puede dividirse en porciones ordenadas de votantes que se agrupan en latinos, negros, blancos, asiáticos, católicos, protestantes, ricos y pobres, grupos etarios, etc., y a partir de allí hacer predicciones sobre comportamientos generalizantes . Hacerlo y reafirmar creencias sobre la base de encuestas electorales y análisis más sofisticados que hacen predicciones, podría llevar a un exceso de confianza, falsas expectativas y, como en otras ocasiones, desilusión.

Esto no quiere decir que se debe dejar de hacer encuestas o pronósticos. La ciencia también aprende de sus errores. Sin embargo, tiene que estar abierta al escepticismo y a la crítica para poder mejorarse. No es un problema solo de medición. También es un problema de conocimiento de la realidad y la realidad estadounidense se ha vuelto más polarizada, lo que le añade complejidad. Son factores que teóricos y metodólogos especializados en política están tratando de ajustar a sus marcos de análisis.

 

 

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